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Dios bendiga nuestros matrimonios y familias.
DÍA 17: EL AMOR CULTIVA LA INTIMIDAD
EI que perdona la ofensa cultiva el amor,
el que insiste en la ofensa divide a los amigos.
(Proverbios 17:9)
Puedes ser unido con un buen amigo que conoces desde la infancia
o la universidad. Puedes ser unido con un hermano,
con tus padres o con un primo que tenga más o menos tu edad.
Sin embargo, nada se compara con la unidad que se experimenta
entre un esposo y una esposa.
El matrimonio es la relación humana más íntima.
Por eso lo necesitamos tanto. Cada uno de nosotros llega
a la vida con un hambre innato por ser conocido, amado y aceptado.
Queremos que las personas sepan nuestro nombre,
nos reconozcan cuando nos vean y nos valoren por lo que somos.
La posibilidad de compartir nuestro hogar con alguien que
nos conoce hasta el detalle más íntimo es parte del profundo
placer del matrimonio. Sin embargo,
en esta gran bendición también yace su mayor peligro.
Alguien que nos conoce a fondo puede amarnos con una
profundidad que jamás imaginamos o puede herirnos de
manera tal que nunca nos recuperemos del todo.
Es el fuego y el temor del matrimonio.
¿Cuál de ellos experimentas más en tu hogar hoy?
¿Los secretos que tu cónyuge conoce sobre ti son motivo de
vergüenza o motivos para unirlos más?
Si tu cónyuge fuera a responder esta misma pregunta,
¿diría que lo haces sentir seguro o asustado?
Si el hogar no es considerado como un lugar seguro,
los dos se verán tentados a buscar esa seguridad en otra parte.
Quizá, te vuelques a otra persona e inicies una relación
que coquetee con el adulterio o en última instancia, lo cometa.
Tal vez busques consuelo en el trabajo o en pasatiempos fuera de casa,
en algo que te proteja, en parte, de la intimidad pero que
también te mantenga rodeado de personas que te respeten y te acepten.
Tu pareja no debería sentirse presionada a ser perfecta para recibir tu aprobación.
No tendría que andar con pie de plomo en donde debiera
sentirse en libertad de caminar con soltura.
La Biblia dice:
"En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor"
(1 Juan 4:18).
En tu matrimonio, debería de haber una atmósfera de libertad.
Al igual que Adán y Eva en el jardín, la relación estrecha
entre ustedes debiera intensificar su intimidad.
Estar desnudos y no sentir vergüenza
(Génesis 2:25)
debería ser parte de la misma frase en tu matrimonio:
en el ámbito físico y emocional.
Hay que admitir que es un tema delicado.
El matrimonio ha descargado el bagaje de otra persona sobre tu vida,
y el tuyo sobre la vida de esa persona.
Es natural sentirse avergonzado de que se le haya revelado
tanto sobre ti a alguien más; pero es tu oportunidad para guardar
toda esta información privada en el abrazo protector de tu amor,
y prometer ser la persona que mejor pueda ayudar a tu cónyuge a manejarla.
Algunos de estos secretos pueden necesitar corrección.
Por lo tanto, puedes ser un agente de sanidad y restauración:
no con sermones ni críticas, sino escuchando con amor y ofreciendo apoyo. A
lgunos de estos secretos solo necesitan ser aceptados.
Son parte del carácter y la historia de esta persona.
Y aunque quizá no sea agradable, siempre habrá que tratar estas
cuestiones con tacto y dulzura. En cualquiera de los dos casos,
solo tú ejerces el poder de rechazar a tu cónyuge debido
a estas cosas o de aceptarlo e invitarlo a pasar, con todos sus defectos.
Sabrá que se encuentra en un lugar seguro donde tiene la libertad
de cometer errores, o se encerrará en sí mismo y lo perderás,
quizá para siempre.
Amar bien a tu cónyuge debería ser la labor de tu vida.
Piénsalo así: Nadie te conoce mejor que Dios, quien te hizo.
El autor del Salmo 139 tenía razón cuando dijo:
"Tú conoces mi sentarme y mi levantarme;
desde lejos comprendes mis pensamientos.
Tú escudriñas mi senda y mi descanso,
y conoces bien todos mis caminos.
Aún antes de que haya palabra en mi boca, he aquí,
oh Señor, tú ya la sabes toda" (Salmo 139:2-4).
Y sin embargo, Dios, quien conoce los secretos que escondemos
incluso de nosotros mismos, nos ama con una profundidad
que no podemos ni comenzar a comprender.
¿Cuánto más deberíamos (como personas imperfectas)
extender la mano a nuestro cónyuge con gracia y comprensión,
aceptándolo por quien es y asegurándole que sus secretos
están seguros con nosotros?
Quizá esta sea un área en la que has fracasado en el pasado.
Si es así, no esperes que, de inmediato, tu pareja te deje
entrar sin impedimentos a su corazón.
Debes comenzar a reconstruir la confianza.
A Jesús mismo se lo describe como el único que no se
entromete en la vida de las personas, sino que permanece
en la puerta y llama.
"Si alguno oye mi voz y abre la puerta,
entraré a él, y cenaré con él y él conmigo"
(Apocalipsis 3:20).
Siempre hace falta tiempo para que se desarrolle la realidad
de la intimidad, en especial, luego de haber sido puesta en peligro.
Hoy mismo puedes tomar el compromiso de restablecerla...
esto es así para cualquiera que esté dispuesto a aceptar el desafío.
El desafío de hoy:
Decide proteger los secretos de tu cónyuge
(a menos que sean peligrosos para él o para ti) y ora por él.
Habla con tu cónyuge y decide demostrar amor a pesar de estas cuestiones.
Escúchalo de verdad cuando te cuente pensamientos y luchas personales.
Haz que se sienta seguro.
¿Cuánto te cuesta detenerte y no decir algo crítico o de otro tipo?
¿Qué aprendiste hoy sobre tu cónyuge al escucharlo?
Yo soy de mi amado y mi amado es mío.
(Cantar de los Cantares 6:3)
que seas prosperado en todo así como
prospera tu alma, y que tengas buena salud.
(3 Juan 2)